A medida que los niños crecen, sus articulaciones y huesos se desarrollan y van cambiando. Por este motivo, es beneficioso que el podólogo realice un seguimiento y evaluación para asegurar que su desarrollo coincida con su edad y sea el adecuado.
El control del crecimiento y la implementación de tratamientos preventivos desempeñan un papel esencial para evitar posibles complicaciones en los pies durante la edad adulta. Por este motivo, si hay sospechas de posibles anomalías en el pie o en la forma de pisar del niño, es muy importante visitar a un especialista en Podología para realizar un diagnóstico precoz y pautar el tratamiento más adecuado antes de que el problema empeore.
El podólogo es el profesional que identifica, diagnostica, trata y realiza el seguimiento durante el desarrollo de los menores. Este especialista dispone de protocolos e instrumental específicos, y no solo valora los pies, también las rodillas, las caderas y la espalda, entre otras zonas anatómicas.
A su vez, los podólogos realizan una importante tarea de educación para la salud enseñando a niños y padres autocuidados para prevenir complicaciones derivadas de una mala higiene y malos hábitos, también recomiendan calzado adecuado a su edad y la actividad física más beneficiosa e inocua para sus pies.
A su vez, los podólogos realizan una importante tarea de educación para la salud enseñando a niños y padres autocuidados para prevenir complicaciones derivadas de una mala higiene y malos hábitos, también recomiendan calzado adecuado a su edad y la actividad física más beneficiosa e inocua para sus pies.
Patologías en niños más frecuentes en consulta
Los problemas en los pies de los niños pueden aparecer desde el nacimiento o desarrollarse justo después de empezar a caminar.
- Pies planos
- Pies valgos
- Mala posición de los dedos
- Caminar de “puntillas”
- Enfermedad de Sever
- Caminar con puntas de pies hacia adentro
- Desviación de rodillas (genu valgo)
- Papilomas
- Uñas encarnadas
Pie plano
Según Montón y Cortés (2014): “es la consulta más frecuente realizada por los padres. Se suele consultar por la deformidad y no por el tipo de marcha o por dolor. De una manera sencilla, se define como la disminución del arco plantar”. Y es que el arco longitudinal del pie experimenta un desarrollo gradual durante los primeros años de vida, alcanzando su punto más alto en la adolescencia. En los primeros 2-3 años de vida, el pie del niño suele mostrar una apariencia de “pie plano” debido a la notoria elasticidad y la presencia de tejido graso en la zona.
En el niño podemos diferenciar básicamente dos tipos de pie plano:
- Pie plano flexible:
Se caracteriza por ser un pie con mucha flexibilidad en sus articulaciones. cuando el niño está de pie, el puente se aplana y el talón se desvía hacia afuera. Pero si se pone de puntillas, aparece el puente o arco plantar normal y el talón corrige hacia adentro.
Este tipo de pie es bastante frecuente en niños de hasta 6 años aproximadamente. Evoluciona de forma espontánea, pero si no se ha corregido a esta edad, se puede solucionar con ejercicios y soportes plantares o plantillas a medida adaptadas por su podólogo.
- Pie plano rígido:
Este tipo de pie es menos frecuente en niños. Suele presentar dolor, generalmente está asociado a un problema óseo. En este caso ocurre lo contrario que en el pie plano flexible: cuando el niño se pone de puntillas el puente no aparece debido a que la movilidad de las articulaciones está bloqueada por la unión entre los huesos.
Esta situación es definitiva y no va a cambiar con la edad. Normalmente, se soluciona con cirugía, aunque con plantillas personalizadas podemos aliviar el dolor asociado que presenta.
Es fundamental que cualquier anomalía en el pie del niño se identifique por el podólogo desde el principio para que pueda tratarse a tiempo y así solucionar el problema.
Pie valgo
Es la patología más frecuente en niños. Cuando caminan, sus pies tienen los tobillos volcados hacia adentro, normalmente esta patología es asintomática, aunque su pisada no es la correcta. Como el niño no se queja, suele pasar desapercibida por los padres.
Desde temprana edad son niños que tienden a caerse o tropezarse sin motivo aparente. Esto ocurre porque ambos pies, al invadir el eje central del cuerpo, proporcionan muy poca estabilidad. Esto favorece la pérdida de equilibrio y una mala psicomotricidad.
Cuando el niño está de pie, el niño está de pie, la apariencia que tiene es la de un pie plano con los tobillos caídos hacia adentro y los dedos gordos del pie también girados en la misma dirección, sin embargo, cuando está sentado o acostado, el arco interno del pie parece normal.
De no tratarse, el pie valgo puede generar con el paso del tiempo deformidades tales como juanetes (Hallux valgus) o dedos en forma de garra, dado que se ejerce una carga descompensada en el antepié. Además, es frecuente que sufran de forma continuada fatiga al caminar y correr con la sensación de pies “siempre cansados”, si el niño practica también algún deporte, es habitual que padezca dolores o molestias en los talones, las rodillas y las espinillas.
Si observamos estas señales ¡algo no va bien!, por lo que se recomienda la acudir a la consulta de un podólogo para que éste le realice un completo estudio de la pisada.
Ante la presencia de un pie valgo, uno de los tratamientos que resultan más efectivos es el uso de plantillas hechas a la medida y adaptadas a las características de sus pies. De hecho, se ha demostrado que el uso de plantillas personalizadas resuelve hasta el 90% de los casos.
Marcha con la punta de los pies hacia adentro
Muchos padres acuden a la consulta porque su hijo “mete el pie al andar” y, efectivamente, se observa a simple vista que la postura de los pies al caminar es con los dedos orientados hacia dentro, esta posición les hace tropezar mucho y parecer algo patosos, pero nada más lejos de la realidad: padecen una patología con causa y tratamiento.
Puede ser ocasionada por varias causas estructurales:
- La anteversión femoral: es una situación en la que la cabeza del fémur mira hacia atrás respecto al resto de la pierna, por lo que todo el miembro inferior del niño (hasta la punta del pie) mira hacia adentro y, cuando el niño camina, justamente “mete el pie”. El ángulo que puede presentar en la cabeza del fémur en los recién nacidos es de 40 grados, se suele normalizar espontáneamente gracias a las fuerzas de rozamiento del suelo al caminar hacia los 8-9 años de edad, quedando en 15 grados, el ángulo en un adulto.
- La torsión tibial interna: la tibia del niño está rotada hacia adentro, así como el tobillo y el pie. Algunos niños la corrigen con el crecimiento, pero si hay antecedentes genéticos, hay menores posibilidades de corrección espontánea.
- El metatarso aducto: una causa menos frecuente porque habitualmente es tratada al nacimiento.
Descartadas estas causas, debemos tener en cuenta que existen compensaciones funcionales que se manifiestan con este patrón y son debidas a alteraciones del sistema tónico postural.
El podólogo evalúa y trata cada caso de manera totalmente ajustada a las necesidades de la persona que padece estas anomalías.
Enfermedad de Sever
La enfermedad de Sever se caracteriza por dolor en el talón, sobre todo al realizar actividades físicas (caminar, correr, saltar…) desapareciendo en reposo. Se conoce también con el nombre de apófisis del calcáneo.
Es una de las causas más frecuentes de dolor del talón en el niño, especialmente entre los 8 y los 16 años. Suelen caminar ligeramente de puntillas para evitar el impacto en dicha zona. La incidencia es mayor en niños, pero está aumentando en niñas. En un 60% de los casos el proceso es bilateral.
La enfermedad de Sever se produce porque las áreas donde crecen los huesos, llamadas cartílagos de crecimiento o núcleos de osificación, son relativamente débiles y pueden lesionarse con cierta facilidad. El tendón de Aquiles se une al calcáneo muy cerca de uno de estos núcleos de osificación, en un punto que llamamos apófisis posterior de calcáneo. Por eso hablamos de osteonecrosis o necrosis avascular de la apófisis posterior del calcáneo cuando nos referimos a esta patología.
Explicado en palabras simples, el calcáneo es el hueso del talón, y la apófisis posterior una especie de “punta” donde se engancha el tendón de Aquiles. Lo que sucede es que esa “punta” no recibe suficiente sangre y las células mueren. Esto es lo que produce una mayor sensibilidad y dolor en la zona.
Por eso, cuando realizamos ejercicios de impacto, este tendón ejerce tensión a ese nivel provocando dolor e inflamación en dicha zona.
Se trata de un proceso benigno y leve, que desaparece cuando se cierra el cartílago de crecimiento. En ningún caso deja secuelas.
Para poder diagnosticarla, el podólogo realizará una valoración clínica, musculo-articular del paciente y un estudio de la pisada. En ocasiones también se realiza una radiografía del talón, que en la mayoría de los casos suele ser normal.
El tratamiento está encaminado a disminuir la tracción del tendón de Aquiles y mejorar la impotencia funcional que sufre el niño para que pueda mantener la actividad física que realiza a diario. Ejercicios de estiramiento y plantillas personalizadas adaptadas por su podólogo son la solución en estos casos proporcionándole la comodidad deseada durante el tiempo necesario, hasta que cierre el cartílago de crecimiento.
Marcha de puntillas
Por lo general, es un hábito que se adquiere cuando un niño aprende a caminar.
Los niños con marcha de puntillas lo hacen en ambos pies por igual, y aunque prefieren andar de puntillas son capaces de hacer un apoyo de todo el pie en el suelo. En estos casos, debemos tener en cuenta que existen compensaciones funcionales que se manifiestan con este patrón y son debidas a alteraciones del sistema tónico postural -es decir, el conjunto de mecanismos neuromusculares y sistemas sensoriales que trabajan en conjunto para mantener la postura y el equilibrio del cuerpo humano en posición vertical- que deberán ser evaluadas y tratadas por el podólogo y el fisioterapeuta.
En algunos casos, la marcha de puntillas es consecuencia de procesos patológicos como :
- Un tendón de Aquiles corto. Este tendón conecta los músculos de la pantorrilla a la parte posterior del hueso del talón. Si es demasiado corto, puede evitar que el talón toque el suelo.
- Parálisis cerebral. La marcha de puntillas puede ser consecuencia de un trastorno de movimiento, tono muscular o postura generado por una lesión o un desarrollo anómalo en las partes del cerebro inmaduro que controlan la función muscular.
- Distrofia muscular. En ocasiones, se observa la marcha de puntillas en esta enfermedad genética porque las fibras musculares son inusualmente propensas a dañarse y debilitarse con el paso del tiempo. Este diagnóstico podría ser más probable si el niño caminó de forma normal antes de comenzar a caminar de puntillas.
- Autismo. Se ha vinculado la marcha de puntillas con trastornos del espectro autista.
Si el niño es mayor de tres años y/o lleva más de 6 meses con esta marcha de puntillas, es conveniente consultar siempre con el podólogo.
Mala posición de los dedos
Hace referencia a la deformación de uno o varios dedos con una desviación anómala respecto a los otros. Cuando el dedo se curva y monta sobre otro dedo por la parte superior o inferior se denomina clinodactilia. Se suele resolver muy fácilmente, salvo en casos muy severos.
Por regla general la clinodactilia no genera dolor, es algo más estético que molesto. A simple vista es fácil de detectar por los padres y supone un motivo frecuente de consulta a edades muy tempranas.
En deformidades muy pronunciadas puede llegar a provocar dolor al roce, irritación e incapacidad para realizar ciertos movimientos, pero es poco frecuente.
Posibles causas:
- Causa congénita. Puede heredarse de la madre o del padre (o de por ambos progenitores si lo padecen).
- Causa adquirida. Puede deberse a un traumatismo fuerte o por el tipo de marcha mantenida en el tiempo.
- Patologías asociadas. Podemos observar la clinodactilia en pacientes con polidactilia (más dedos de lo habitual) y/o sindactilia (dedos “fusionados” total o parcialmente).
El tratamiento para la clinodactilia suele ser muy fácil, pero dependerá de la edad del paciente y del grado de deformidad. Será función del podólogo la valoración de cada caso. Cuando la deformidad es flexible, es decir, se reduce manualmente; se puede mejorar y tratar con estos dos tratamientos:
- Ortesis de silicona. Mejoran la posición de la articulación garantizando la estabilidad de la articulación cuando se utiliza este separador.
- Plantillas personalizadas. Unas plantillas personalizadas, realizadas tras un estudio biomecánico de la pisada, evitarán que dicha deformidad se vaya acentuando con el paso del tiempo por el exceso de carga que se produce en esta zona de conflicto.
Genu valgo o rodillas en X
Las rodillas en “X” suelen ser frecuentes en el niño en sus primeros años, pero si a los 5-6 años de edad no se ha corregido, debe ser tratado por el podólogo por las consecuencias funcionales que puedan ocasionar.
Los niños nacen con las piernas arqueadas debido a su posición mientras están en el útero. Éstas comienzan a enderezarse una vez que el bebé empieza a caminar (aproximadamente de 12 a 18 meses). Hacia los 3 años es normal que el niño presente una rodilla valga o piernas en X, y esto hará que las rodillas se toquen pero que los tobillos estén separados. Además, se suele acompañar de un pie aplanado.
A partir de los 6-7 años de edad, las rodillas deben haberse alineado, permitiendo que las rodillas y los tobillos puedan juntarse sin esfuerzo.
Si la postura persiste pasados los 6 años, es aconsejable consultar con un podólogo para que realice una exploración biomecánica exhaustiva que determine las posibles causas de esta deformidad e implantar cuanto antes un tratamiento con plantillas personalizadas, si fuese necesario, para el correcto desarrollo y crecimiento del niño.
Verruga plantar
Se trata de una lesión bastante frecuente en niños en edad escolar por el incremento de las actividades extraescolares. Consiste en una infección vírica provocada por el virus del papiloma humano (VPH), que provoca una infección en la epidermis y en la dermis (las dos primeras capas de piel).
Se ubican en la planta del pie, pudiendo generar una única verruga o varias en distintas zonas del pie y se puede contagiar de un pie a otro, y de una persona a otra.
El contagio se puede producir por contacto directo, especialmente si la persona tiene alguna pequeña erosión o corte en la piel y si, además, la tiene humedecida o bien por el uso de calzado, o bien por un calcetín contagiado por el virus. Se asocia también a una bajada de defensas del sistema inmunológico.
Las zonas en las que es más común contagiarse de este virus son:
- Duchas.
- Vestuarios.
- Gimnasios.
- Tatamis.
- Piscinas.
En general, zonas con mucho tránsito de gente y en las que el desplazamiento se realiza descalzo.
Las actividades extraescolares en las que se encuentran inmersos los menores son un factor de riesgo importante para padecer verrugas plantares. Por ello, hay que estar atentos a la salud de la piel del niño.
Algunos de los síntomas más comunes de las verrugas plantares son:
- Aparición de una superficie pequeña, carnosa, áspera y granulosa en la planta del pie, generalmente en la base de los dedos, en el antepié o en el talón.
- Dolor, molestias y sensibilidad al andar.
- Puntos negros en la planta del pie.
Para su completa eliminación y recuperación de la piel, se debe acudir a un podólogo. Este profesional, en su práctica clínica, evaluará y aplicará el tratamiento más adecuado según el caso, También establecerá las medidas oportunas para erradicar el contagio al resto de la familia.
Uña incarnata
Tener uñas incarnatas es una afección frecuente en la que una esquina de la uña o el costado de esta en un dedo del pie crece de manera que se introduce en la piel. Esto provoca dolor, piel inflamada, hinchazón y, algunas veces, una infección. Las uñas incarnatas suelen afectar al dedo gordo del pie.
El dolor es lo que lleva a los padres a consultar el problema, que en la mayoría de los casos es un proceso bastante evolucionado por el miedo que siente el niño al dolor.
Los factores que incrementan el riesgo de tener una uña incarnata pueden ser los siguientes:
- Ser adolescente, dado que los pies tienden a transpirar más y esto ablanda las uñas y la piel.
- Tener malos hábitos relacionados con el cuidado de las uñas, como cortarlas demasiado o redondear los bordes.
- Usar calzado que apriete los dedos del pie.
- Participar en actividades, como correr o golpear una pelota, que puedan lastimar los dedos del pie.
El podólogo es el profesional capacitado para tratar esta anomalía.
Existen dos tipos de tratamientos para las uñas incarnatas: el conservador y el quirúrgico.
- El tratamiento conservador: Solo se emplea en caso de que no haya presencia de granuloma. Consiste en realizar un corte liso (normalmente con bisturí) sobre el borde de la uña que se ha encarnado, para después aplicar técnicas de reeducación ungueal, con el objetivo de que la uña crezca siguiendo un curso apropiado para no volver a clavarse. La eficacia de estas técnicas dependerá de la morfología de cada uña.
- El tratamiento quirúrgico: Consiste en realizar una pequeña cirugía de carácter ambulatorio. Se utiliza este tipo de tratamiento cuando hay presencia de granuloma o cuando las técnicas conservadoras resultan poco efectivas. Existen diversas técnicas para operar una uña incarnata, siendo la matricectomía química una de las más efectivas.
Montón, J.L. & Cortés, O. (2014). ‘El pie normal y su patología infantojuvenil más prevalente’. Pediatría Integral, nº7, XVIII(7): 442-455