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Probablemente, alguna vez hayas escuchado a tus padres o abuelos decir “¡ponte las zapatillas, que te vas a resfriar si vas descalzo/a!”. Y es que, hasta hace poco tiempo, nuestros mayores siempre han insistido en ello pensando que el frío en los pies equivale a enfermedad, ya sea en el propio hogar, en el césped o en la playa.

Nada más lejos de la realidad: caminar descalzo es beneficioso para los pies, incluso aconsejable, en el caso de los más pequeños de la casa. Que “los resfriados entran por los pies” no es más que un mito, dado que la vía de entrada de los virus suele ser mediante las vías respiratorias. Éstos se contagian de forma directa al hablar o estornudar, o indirecta, a través de las manos. Otro mito ampliamente extendido es el de que las deportivas ‘abren’ o ‘vician’ el pie infantil. Incluso la tendencia de estar siempre descalzo o el calzado “barefoot” como opción única y definitiva tiene sus peros.

Desde el Ilustre Colegio Profesional de Podólogos de Andalucía, desmentimos estos mitos y aconsejamos moderación: es bueno que anden descalzos por suelos irregulares, césped, arena, pero siempre con supervisión y cautela. Tampoco van a resfriarse por los pies y, desde luego, es positivo que utilicen deportivas y calzado que se adecúen al deporte que están practicando y a la morfología del pie.

Hay que tener en cuenta que un niño pasa por muchas fases hasta su edad adulta (en la cuales también hay cambios hasta la vejez), y sus pies lo hacen igualmente, teniendo que adecuar su vestimenta y costumbres para adaptarse a las circunstancias en cada momento de su vida.

Claves y recomendaciones

A continuación, vamos a exponer algunas claves para entender hasta qué punto una u otra tendencia tiene cabida en el mundo del pie infantil.

  • Cuando son bebés, hasta aproximadamente los 18 meses, sus pies tienen casi más sensibilidad incluso que sus manos, por lo que calzarlos con zapatitos diminutos no suele ser una buena opción. Es muy habitual que tiendan a quitárselos, incluso cuando van en el carro, con la consecuente pérdida de alguno de ellos. Ésta acción es comprensible, ya que el niño necesita que sus pies estén libres para activar su desarrollo psicomotriz (sería algo parecido a tenerlo con unos guantes de trabajo, reforzados, en las manos). Además suele ocurrir que por culpa de dicho calzado se deforman sus dedos, montándose unos sobre otros. Por este motivo, lo recomendable para proteger sus pies de la intemperie (tanto de frío intenso como del sol), utilizar calcetines o patucos sin costura, o con la costura cuadrada y ancha, que deje espacio a todos los dedos. Esta recomendación es aplicable a la etapa de gateo, pudiendo en ese caso optar por formatos con cierto refuerzo en la punta cuando ya va pasando a ponerse de pie.

  • Cuando ya empiezan a caminar es recomendable un calzado flexible con una suela no muy gruesa que se doble, sobre todo en la zona metatarsal (parte superior del pie), con un ancho suficiente para albergar todos los dedos sin restringir su movimiento. Por ejemplo, un zapato de punta cuadrada, ancha, y alta que deje espacio sobre los dedos, que sea de caña baja y permita una correcta flexión del tobillo. Tendremos que calcular espacio extra (mínimo 1 cm) para que no haya opresión, guiándonos por la forma del pie del menor teniendo en cuenta la forma de todos los dedos (más cuadrado o triangular), la altura del empeine y el ancho del tobillo. El contrafuerte también es un punto crítico, debemos asegurarnos de que no le genere fricción en la zona trasera del talón (inserción del tendón de Aquiles). También es recomendable escoger bien los calcetines con el mismo criterio: que no retengan los dedos y de fibras cuidadosas con su piel, transpirables, etc.

  • A partir de los 4 -5 años es conveniente realizar las primeras revisiones podológicas, donde podremos detectar problemas en el apoyo del niño y comenzar a tratarlas para evitar en la medida de lo posible compensaciones y adaptaciones con efectos dañinos para su sistema osteoarticular.

 

Tratamientos personalizados

Con esa información, podremos diseñar tratamientos personalizados combinando ejercicios, estiramientos, plantillas, férulas, etc. Asimismo, será un punto de inflexión a partir del cual decidir si el menor puede seguir utilizando calzado minimalista todo el tiempo, o si tendremos que optar por otro con ciertas características marcadas por un podólogo.

Otra cuestión a tener en cuenta es el calzado adecuado para cada actividad. Cada vez existen más actividades extraescolares que implican alguna actividad física deportiva. Según sea el terreno, el nivel y la cantidad de horas de entrenamiento, deberemos escoger muy bien el calzado, llegando incluso en algunos casos a necesitar varios tipos. De una buena elección dependerá la salud podal del menor, ya que un calzado equivocado puede provocar desde ampollas o rozaduras, hasta esguinces o fisuras óseas. Es muy recomendable el asesoramiento de un profesional de pie para evitar este tipo de problemas.

En cuanto al calzado minimalista, normalmente es el más adecuado, ya que busca proteger el pie en todas formas, permitiendo la libre movilidad de las articulaciones en un rango óptimo y natural. Asimismo, favorece la potenciación muscular del pie y de la pierna. No obstante, en los casos en los que el menor sufra alguna anomalía, puede llegar a ser necesario como parte del tratamiento un calzado con ciertas características, por ejemplo un contrafuerte más rígido en la zona interna, un drop o altura en talón más alto cuando existe un acortamiento de los gemelos, etc.

El calzado debe entenderse como un complemento que ayuda a proteger el pie, pero que mal utilizado puede tener el efecto contrario. Es por ello que siempre ha de mantenerse en buenas condiciones, cuidando la higiene tanto por fuera como por dentro, para evitar que les provoquen heridas, rozaduras o infecciones; también que los zapatos no estén deformados, sean pequeños o estrechos, ya que podrían alterar el correcto apoyo y provocarles deformidades e incluso, lesiones.

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